Mala reseña
Cuando uno recibe una mala atención, lo más natural es sentir frustración o incluso enfado. Es fácil pensar en dejar una valoración negativa, sobre todo si el trato recibido fue injusto o poco profesional. Sin embargo, cuando sabemos que esa opinión podría afectar directamente el trabajo de alguien, la cosa cambia. Nos enfrentamos a un dilema moral: ¿ser honestos o compasivos?
A veces, detrás de una mala atención hay una persona agotada, con problemas personales o trabajando bajo presión. No lo justifica todo, pero puede explicar mucho. También hay ocasiones en que el mal trato es sistemático, y callar solo perpetúa la situación para otros clientes.
Dar una buena valoración por lástima o miedo a las consecuencias tampoco es justo, ni para uno mismo ni para los demás. Pero tampoco lo es hundir a alguien sin tener toda la información. Se puede encontrar un equilibrio: hacer una crítica honesta, pero constructiva. Señalar el problema sin atacar a la persona. Ser claro, pero no hiriente.
A veces, lo más poderoso que podemos hacer es hablar con respeto, incluso cuando nos han fallado. La empatía no siempre significa perdonar todo, pero sí mirar más allá de lo inmediato. En definitiva, la decisión depende de lo que uno considere más justo: para sí mismo, para el trabajador, y para los que vendrán después.
Comentarios
Publicar un comentario