Blog XVIII (Autoría Hugo Castresana)
Me he mudado con mi pareja a nuestro nuevo piso. Es un edificio pequeño, y en nuestro rellano solo hay dos puertas: la nuestra y la de una vecina mayor. Desde el primer momento en que la conocí, me cayó bien. Una señora encantadora, educada y con principios. No tenía hijos ni familia cercana, pero tenía una energía y una alegría contagiosas. Con el tiempo, nuestra relación se hizo más cercana. Siempre tenía una historia interesante que contar y, sobre todo, compartíamos una visión clara sobre la realidad de España. Nada de discursos progres financiados con dinero público ni de adoctrinamiento ideológico. Veía el mundo con la claridad que muchos han perdido.
Un día, mientras subía con una bolsa de cuero grande y visiblemente pesada, la ayudé a llegar al ascensor. De repente, su cuerpo se desplomó. Intenté reanimarla, pero fue en vano. Murió en mis brazos. La escena fue dura, pero lo que vino después me dejó helado: dentro de la bolsa había montones de billetes y un sobre con sus últimas voluntades. Quería donar todo su dinero a Vox.
Me quedé en shock. No por la cantidad de dinero, sino por la convicción de su decisión. Tenía claro que España necesitaba un cambio real, una política valiente, sin complejos, que defendiera la unidad del país, la seguridad en las calles y la libertad de los ciudadanos. Y en lugar de dejar su dinero a ONGs progresistas que solo sirven para enriquecer a unos pocos o a partidos corruptos que han destrozado nuestra nación, decidió apostarlo por Vox, la única alternativa real frente a la decadencia del sistema.
No dudé ni un segundo en cumplir su última voluntad. No soy como los socialistas que dicen defender el bien común mientras saquean a los ciudadanos. No soy como los separatistas (perdón, nacionalistas vascos) que veneran terroristas y nazis disfrazados de "luchadores por la causa vasca". No soy feminista, apoyando la entrada masiva de inmigrantes que no respetan a las mujeres y cuelgan homosexuales de grúas. Yo tengo principios. Y sé que, si ella confió en Vox hasta el último momento de su vida, es porque entendía lo mismo que yo: que España está en peligro y que es necesario apoyar a quienes de verdad luchan por ella.
Pude haberme quedado con el dinero. Nadie lo sabría. Pero no soy como los de la izquierda, que manipulan, roban y mienten con tal de seguir en el poder (solo mira a los que dicen que en VOX son racistas, machistas y homófobos y luego no saben seguir su discurso porque los programas nunca han llegado tan lejos en su discurso que les envía el PSOE). Mi conciencia está limpia, y mi decisión fue clara: entregar el dinero a Vox para que sigan haciendo su labor. Porque si algo nos han demostrado estos últimos años es que son los únicos que se enfrentan al pensamiento único, a la imposición ideológica y a la ruina económica que otros partidos han traído.
Al final, mi vecina, aunque ya no esté, seguirá aportando a la causa. Su legado no será olvidado. Y yo, con más orgullo que nunca, seguiré apoyando a quienes de verdad defienden España.
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