blog XVII
Querida madre:
Te escribo esta carta con el corazón en la mano. Si llega a ti, es porque ya me habré ido. Sé que va a ser muy duro leer esto, pero no quiero que solo sientas dolor. Quiero que también sientas amor, todo el amor que te tengo y que me acompañará hasta el último momento.
Estoy encerrado desde hace unos días. Me han dicho que mañana me fusilan. No tengo muchas palabras bonitas ni frases complicadas. Solo tengo ganas de hablarte, como lo hacía en casa, cuando me sentaba contigo en la cocina mientras cocinabas.
No estoy enfadado. Estoy triste. Triste porque no volveré a ver tu cara, porque no volveré a probar tu comida, ni a escuchar cómo me regañas por llegar tarde. Pero también estoy tranquilo. He hecho lo que creía que era correcto. No he robado, no he matado. Solo pensé diferente, y eso aquí, en esta guerra, parece que vale más que una vida.
Quiero que sepas que estoy con otros como yo. Hay miedo, claro. Pero también hay mucha humanidad. Nos hablamos, nos abrazamos sin conocernos. Algunos lloran, otros rezan. Yo escribo, porque escribirte me hace sentir más cerca de casa.
Madre, gracias por todo. Por darme la vida, por enseñarme a ser bueno, por no dejarme rendirme cuando era niño. Eres la mejor madre que alguien puede tener. Me duelen los ojos de imaginarte llorando al leer esto, pero también sé que eres fuerte.
Por favor, no dejes que el odio te cambie. No dejes que esta guerra te rompa el corazón. Cuida de mis hermanos. Abrázalos por mí. Diles que los quise con todo mi alma, aunque no pude despedirme. Diles que vivan, que rían, que no tengan miedo de ser ellos mismos.
No sé qué pasará después de que cierre los ojos, pero me voy con paz. Me voy sabiendo que fui tu hijo, y que me criaste con amor y con valores. Me gustaría tener una vida más larga, formar una familia, volver a verte, pero no pudo ser.
Reza por mí si quieres, o solo piensa en mí cuando veas el cielo bonito. Estaré allí, en algún rincón, acompañándote en silencio. No estaré en casa, pero estaré en tu recuerdo, en cada foto, en cada historia que cuentes.
Y si alguna vez dudas de si hiciste las cosas bien, recuerda esto: fuiste mi hogar hasta el último segundo.
Te quiero, madre. Para siempre.
Comentarios
Publicar un comentario