Blog XVII (Autoría Hugo Castresana)
Querida madre,
Si esta carta llega a tus manos, significa que mi destino ya se ha cumplido. No temas por mí, pues me marcho con la frente en alto y con la certeza de haber servido a Dios, a España y a nuestros ideales. Me han condenado sin juicio, sin clemencia, pero con el odio que se respira en estos tiempos oscuros.
No sufras, madre, porque la muerte no me asusta. Me duele más el dolor que esto te causará a ti, a mis hermanos, a mi querida patria, que hoy se desangra por esta guerra fratricida. No me arrepiento de nada, pues luché con honor y con la fe intacta en que nuestro sacrificio no será en vano.
Piensa en mí como aquel niño que corría por los campos de nuestra tierra, como el joven que partió con el corazón lleno de esperanza. Reza por mi alma, madre, pero no llores demasiado. Prefiero que guardes tu fuerza para vivir y para ver el día en que España renazca de entre las cenizas.
Si puedes, dile a Carmen que la amé hasta el final y que la llevaré en mi último pensamiento. A mis hermanos, que sigan adelante con orgullo. Y tú, madre, no me olvides, pero tampoco me llores demasiado. Muero con Dios en los labios y con España en el corazón.
Hasta el cielo, madre.
Tu hijo que te quiere eternamente.
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