Blog XVI (autoría Hugo Castresana)
Si me han tratado mal en un servicio de atención al cliente, mi primera reacción sería ser honesto en mi valoración. Sin embargo, si sé que una mala calificación podría poner en riesgo el trabajo de alguien, la situación se vuelve más complicada.
Es importante considerar varios factores. Primero, ¿fue un mal servicio ocasional o un problema recurrente? Todos podemos tener un mal día, y una sola experiencia negativa no necesariamente define a una persona en su trabajo. Si el mal trato fue puntual, podría optar por no dejar una calificación negativa, pero sí brindar una retroalimentación constructiva.
Por otro lado, si la actitud negativa fue evidente y constante, omitirlo en una valoración podría significar que otros clientes sufran la misma mala experiencia. También hay que pensar en el impacto dentro de la empresa: una atención deficiente puede afectar la reputación y el rendimiento general del negocio.
Una opción intermedia sería hablar con un supervisor en lugar de dejar una mala reseña pública. Así, se da la oportunidad de mejorar sin exponer directamente al empleado. También es válido expresar lo que sucedió con equilibrio, destacando los puntos positivos y negativos sin perjudicar de manera innecesaria a la persona.
En última instancia, una evaluación debe ser justa. No se trata de castigar a alguien, pero tampoco de mentir solo por miedo a las consecuencias. La mejor solución es actuar con empatía, pero también con responsabilidad.
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