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Cuando recibimos un mal servicio, ya sea en una tienda o en un restaurante, la primera reacción es critucar a quien te haya atendido. A menudo, después de un servicio nos piden completar una encuesta de satisfacción, y ahí es donde surge este dilema. Si el servicio fue realmente malo, ¿debería decir al verdad a la hora de valorar a esa persona incluso si estoy poniendo en riesgo su trabajo, o debería mentir y hacerle pensar que sus actos no tienen consecuencias?
La mayoría de la gente decide decir la verdad. Las empresas que han contratado a estas personas dependen de la verdad para saber qué están haciendo bien y qué necesitan mejorar. Es justo que si algo no fue bien, lo hagamos saber, porque así pueden corregirlo.
Sin embargo, un comentario negativo o una baja valoración podría tener consecuencias más allá de lo que imaginamos. En algunos casos, las empresas dependen de estos comentarios para tomar decisiones sobre el rendimiento de los empleados, e incluso podrían llevar a la pérdida de su puesto de trabajo. Si bien no siempre es justo responsabilizar a un trabajador por una mala experiencia que no depende solo de él, lo cierto es que las valoraciones son una herramienta importante para mejorar el servicio y la calidad que recibimos.
Por otro lado, dar una valoración positiva cuando el servicio fue claramente deficiente también es problemático. No estamos ayudando a nadie si ignoramos los problemas y damos una respuesta que no refleja la realidad. Las empresas necesitan saber lo que salió mal para poder corregirlo. Sin una crítica honesta, es difícil que se produzca una mejora real.
Decir la verdad a la hora de hacer una valoración no significa que estemos siendo malas personas o egoístas. Yo creo que todos tenemos que ir teniendo experiencia para aprender y mejorar, pero yo soy partidaria de que una valoración negativa puede ayudarte a conseguir esto, ya que así sabrás en que mejorar y te aseguras que a la siguiente esas dando un mejor servicio.
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