Blog 4 Autoría pablo chao

 No sé bien cómo empezar estas líneas. Es difícil escribir cuando se sabe que no hay mañana. Me tiemblan un poco las manos, pero no de miedo, sino de pena. Me han dicho que al amanecer será el final. He intentado dormir esta noche, pero no he podido. En la celda hay silencio, pero en mi cabeza hay ruido. Pienso en ti, en casa, en los días buenos, en todo lo que me llevo conmigo.

Madre, no llores por mí. No quiero que el dolor te encierre ni que el rencor te robe la bondad que siempre has tenido. No me matan por haber hecho mal, sino por pensar diferente. Yo no he robado, no he matado, no he hecho daño. Solo soñé con un mundo mejor, y por eso hoy me van a fusilar. Pero te lo juro: me iré con la conciencia limpia.

Te imagino sentada en la cocina, con tus ojos tristes, leyendo esta carta. O tal vez no te la entregan, y se pierde como tantas cosas en esta guerra absurda. Pero yo la escribo igual, porque necesito hablar contigo. Porque necesito decirte adiós, aunque sea con tinta en lugar de voz.

Recuerdo cuando era niño y me curabas las rodillas raspadas. Decías que todo pasaba, que todo sanaba. Ahora ya no hay cura para esto, madre. Pero aún así siento tu amor aquí, en este rincón frío donde espero la muerte. Lo siento como una manta tibia, como un abrazo lejano.

He hecho las paces con lo que viene. No tengo odio. Solo tristeza. Tristeza por no verte, por no poder despedirme con un beso en tu frente, por no haber tenido tiempo de hacer más, de vivir más. Pero también tengo orgullo. Orgullo de haber sido tu hijo, de llevar tu sangre valiente. Me voy con tu nombre en los labios y tu medalla bajo la camisa.

Si puedes, dile a mis hermanos que los quiero. Que no guarden rencor. Que la vida es demasiado corta para llenarla de odio. Que cuiden de ti, que te hagan reír, aunque sea de vez en cuando. Y tú, madre, sigue siendo fuerte. Llora si necesitas, pero no te quiebres. Prométeme que seguirás adelante, que sembrarás flores donde ahora solo hay dolor.

No sé cuánto tiempo me queda desde que termino esta carta hasta que venga el guardia a abrir la puerta. Quizás minutos. Quizás horas. Pero cuando salga de aquí, caminaré derecho, sin bajar la cabeza. Pensaré en el sol saliendo, en los pájaros que alguna vez escuché desde la ventana de casa, en tus manos, en tu voz.

Te quiero, madre. Te querré siempre.

Hasta el último segundo,
Tu hijo, Pablo

Comentarios

Entradas populares de este blog

HOW TO

Blog XVIII (Autoría Hugo Castresana)

Tautograma