Blog 3 autoridad pablo chao

 

Imagina que vas a una tienda o llamas a un servicio al cliente. Esperas que te traten con amabilidad, que te escuchen y que te ayuden. Pero en lugar de eso, te responden con mala actitud, no resuelven tu problema o incluso te hacen sentir incómodo. ¿Qué harías si después te piden que evalúes la atención recibida?

La mayoría de nosotros queremos ser honestos. Si algo fue malo, queremos decirlo. Es justo. Pero a veces nos dicen que esa evaluación puede afectar el trabajo de quien nos atendió. Entonces, nos entra la duda. ¿Es correcto decir la verdad si eso puede hacer que alguien pierda su empleo?

Este dilema no es fácil. Por un lado, merecemos recibir buen trato. Como clientes, tenemos derecho a expresar cuando algo no va bien. Pero por otro lado, todos podemos tener un mal día. Tal vez la persona que nos atendió estaba pasando por un momento difícil. ¿Debemos ser comprensivos?

También debemos pensar en el sistema. Si nadie dice nada cuando la atención es mala, la empresa no sabrá que hay un problema. Y si muchas personas reciben mal trato, pero dan buena nota por compasión, nunca se mejorará el servicio.

Una opción sería dar una valoración honesta, pero con respeto. Podemos explicar lo que pasó sin insultar ni exagerar. A veces se puede dejar un comentario escrito en vez de solo una puntuación. Así, la empresa puede saber qué mejorar y también entender que quizá esa persona necesita más apoyo, no un despido.

En resumen, ser sinceros pero empáticos puede ser la mejor forma. No se trata de castigar, sino de ayudar a mejorar. La verdad con respeto también es una forma de cuidar a los demás.

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