La tentación

Dicen que la tentación está en todas partes, y es verdad. A veces es algo pequeño, como comerte un trozo de pastel cuando intentas comer sano. Pero otras veces es más fuerte, como quedarte en una fiesta sabiendo que al día siguiente te tienes que pegar un madrugón para estudiar. o decir que solo vas a dar un trago más sabiendo que ya has bebido suficiente. La tentación siempre está ahí, esperando el momento perfecto para aparecer.

Yo siempre intento tener autocontrol, pero si soy sincera, he caído más veces de las que me gustaría admitir. A veces el impulso de responder un mensaje cuando sé que lo mejor sería dejarlo en visto. O las ganas de escribirle a alguien que ya no debería estar en mi vida. También he sentido la tentación de mentir, de dar una excusa para librarme de algo que no quería hacer.

Y claro, están las veces que me he dejado llevar por la pereza. Como cuando digo que voy a empezar a estudiar con tiempo, pero termino dejándolo para el último día y me acabo estresando.

La verdad que no creo en el arrepentimiento. Si que hay cosas que tras recapacitarlas me doy cuenta que debería haber actuado diferente, pero también pienso que cada decisión, incluso las que parecen que han sido un absoluto desastre, me han enseñado algo. Si he caído en la tentación de hablar cuando no debía hablar, he aprendido a que tengo que medir mis palabras. Si me he quedado callada cuando debería haber hablado, he aprendido que tengo que expresar lo que siento. Al final, todo pasa por algo, y cada experiencia, buena o mala, me ha ayudado a crecer y a conocerme mejor.

Lo importante no es evitar todas las tentaciones, porque eso es imposible. Se trata de saber cuándo decir que no y cuándo simplemente aceptar que somos humanos humanos, y que a veces está bien ceder, siempre que no nos haga daño. La clave está en encontrar un equilibrio en aprender de lo que hacemos y en no castigarnos demasiado por caer en la tentación de vez en cuando.