Blog XV (autoría Hugo Castresana)

 Los futbolistas y otras figuras públicas tienen una plataforma enorme y, por tanto, una responsabilidad social. Cuando alguien como Kylian Mbappé se pronuncia sobre el ascenso de la ultraderecha en Francia y llama a los jóvenes a votar, está utilizando su influencia para algo más grande que el deporte: la política. En un mundo donde el fútbol mueve pasiones y tiene un impacto cultural gigantesco, es ingenuo pensar que los jugadores deben limitarse solo a lo que ocurre dentro del campo.


Sin embargo, opinar sobre política no es un acto sin consecuencias. Cuando una figura pública se posiciona, debe estar dispuesta a asumir tanto el apoyo como las críticas. No se puede esperar que todo el mundo esté de acuerdo ni que la opinión de un futbolista no genere debate. Además, deben ser conscientes de la coherencia: un jugador que denuncia injusticias pero, por otro lado, cierra los ojos ante otras o actúa en contradicción con su mensaje, puede perder credibilidad.


El fútbol no está aislado de la sociedad. La historia ha demostrado que los deportistas han sido claves en luchas sociales, desde Muhammad Ali hasta el propio Unai Simón respondiéndole a Mbappé. Negarles la voz es negar el impacto que ya tienen. Pero hablar con responsabilidad es clave. Mbappé tiene derecho a expresar su postura, como cualquier ciudadano, pero también debe estar preparado para lo que venga después.

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