¿Se lo cuento?
Hace un tiempo atrás una amiga mía me contó cómo su aita atropelló a un niño cruzando un semáforo en las afueras de Bilbao. Resulta que el niño llegaba tarde a su clase de Taekwondo y cruzó corriendo el semáforo mientras el aita de mi amiga aceleraba para poder pillarlo en verde. El final ya se puede intuir. No tenía más de 9 años y el día siguiente iba a ser su cumpleaños.
Pero la historia que quiero contar no es esa. Sino la de cómo me convertí en rico sin hacer absolutamente nada. Resulta, que un día en pozas conocí a una chica rubia, con rizos, ojos marrones claritos, y aparentemente adinerada. La que quería que fuera mi futura mujer vaya. Sin pensarlo dos veces me metí dentro del bar y me fui acercando a la barra para entablar una conversación con ella. Cuando ya llevábamos un tiempo hablando esta mujer me confesó que había tenido una experiencia cercana a la muerte con el coche. Esto, me hizo pensar inmediatamente en la historia del aita de mi amiga. Y sin darle muchas vueltas se la conté.
Cuando la semana siguiente volví al mismo bar para tratar de cruzarme de nuevo con ella, no la volví a ver. Pero no solo esa semana, sino que no la volví a ver nunca más. Y eso me extrañó bastante. Hasta que hace un par de meses tuve noticias sobre ella. Un domingo por la tarde recibí una llamada de un número que no tenía agregado y al descolgar, me sorprendió escuchar una voz que se me hacía familiar. Era ella. Pero no me llamaba para preguntar qué tal estaba o si quería quedar. Me llamó para ofrecerme un trato.
Me comentó que ella escribía artículos e historias en un periódico muy conocido y que le había conmovido tanto mi relato sobre lo sucedido con el niño atropellado que decidió escribir sobre ese suceso. No obstante, no quería publicarlo sin preguntarme primero si le daba el permiso para hacerlo. Le dije que si obtenía la mitad de sus ganancias (500.000€) firmaría lo que fuera. Y así fue. Ella aceptó, yo acepté, y ahora (tras casi duplicar mi dinero) tengo una mansión, un cochazo, un cocinero, y me voy cada dos semanas de viaje. Y cuando no estoy entre Bali y Hawaii a veces me acuerdo de llamar a mi amiga y de preguntarle qué tal está.
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