Grafitis

Pienso yo que cualquier cosa podría llegar a considerarse arte dependiendo de la persona. Pero eso no quiere decir que me guste que, de la nada, alguien pinte, por ejemplo, el portal de mi casa. Todo puede considerarse arte, sí, pero deja de serlo cuando, claramente, no beneficia a nadie.

Los grafitis pueden ser bonitos, incluso mucho más bonitos que algunas obras de arte moderno. Un grafiti es perfecto para decorar algún espacio en desuso, algún lugar que realmente le venga bien tener decoración de ese tipo. Mismamente, la autopista que pasa por encima de Recalde se vería mucho peor si sus pilares no estuvieran decorados. No creo que anime mucho a los vecinos ver unos pilares gigantes, de un color gris apagado, cubriendo parte de su vista y conviviendo con ellos durante toda su vida. A mí, por lo menos, no me gusta mucho que todo sea tan monótono y gris.

Hasta ahí, todo perfecto. La cosa es cuando alguien lo hace sin la aprobación de nadie, sobre todo en una zona que está en uso. No me podría importar menos si llenan de grafitis una pared de un polígono industrial que lleva en desuso unas cuantas décadas. Pero cuando afecta claramente a las personas, ahí sí que es un problema. En esos casos, es vandalismo y no arte. El arte está bien cuando todos lo disfrutan, pero cuando perjudica a alguien, deja de ser algo que se pueda admirar.

Desafortunadamente, no se suele poder hacer mucho para evitarlo. La mayoría de las veces, los responsables ni se dejan ver, aunque alguno que otro es lo suficientemente despistado como para reclamar su autoría. Lo único que se puede hacer es prevenirlo. Hay varias formas: desde instalar cámaras hasta contratar guardias, como hacen en las torres de Zabalburu, donde tienen a varios vigilantes atentos siempre, aunque no solo por los grafitis, sino por más razones.

En fin, algunos lo ven como arte, otros como un problema, y al final, todo depende de dónde y cómo se haga. Como en casi todo en la vida, la clave está en el equilibrio.

Comentarios

Entradas populares de este blog

HOW TO

Blog XVIII (Autoría Hugo Castresana)

Tautograma