Blog 1 Ander Parra

 Hace poco en la junta de vecinos de nuestra comunidad tuvimos que tomar una decisión que me hizo reflexionar bastante sobre los grafitis y su impacto. Resulta que hace aproximadamente un mes aparecieron unos grafitis en la puerta del garaje, algo que no es nuevo, ya que el año pasado tuvimos que gastar dinero en lo mismo. En esta ocasión, se aprobó una derrama de 2.500 euros para volver a pintar la puerta y dejarla como estaba.

Realmente, nunca he tenido clara mi opinión sobre los grafitis. Por un lado, hay quienes defienden que pueden ser una forma de arte, expresiones creativas que transforman paredes vacías en algo más llamativo y con mensaje. De hecho, hay obras con mucho trabajo detrás que merecerían ser admiradas. Pero por otro lado, cuando se trata de propiedad privada, como en nuestro garaje, es difícil no verlo como un acto de vandalismo. No es solo la puerta manchada, sino también el gasto y la molestia que supone arreglarlo.

Me pregunté qué haría si alguien invadiera mi propiedad así. Creo que lo primero es intentar entender la situación. Si es un artista urbano buscando expresarse, quizás haya un lugar adecuado para ello; si es solo un acto de desobediencia o gamberrismo, la solución debe ser proteger lo nuestro y prevenir que vuelva a ocurrir. En nuestra comunidad, hemos decidido actuar de manera práctica: limpiar y pintar, y a la vez reforzar la vigilancia y avisar a los vecinos para estar atentos.

Si yo estuviera en otra comunidad, creo que sería importante encontrar un equilibrio. Por ejemplo, se podría habilitar un espacio legal donde se puedan hacer grafitis sin afectar a terceros. Esto permitiría que los artistas urbanos se expresen y, al mismo tiempo, proteger la propiedad privada de actos vandálicos. También consideraría crear conciencia entre los jóvenes sobre la diferencia entre arte y daño a lo ajeno.

En fin, los grafitis siempre van a generar debate. Personalmente, sigo valorando el arte, pero cuando invade lo que no es tuyo, siento que hay que actuar con firmeza y responsabilidad. Gastar dinero en reparar la puerta nunca es agradable, pero tampoco lo sería vivir con el desorden y la falta de respeto. En nuestra comunidad, la decisión fue clara: proteger lo nuestro y prevenir futuros incidentes, aunque eso implique volver a pintar la puerta.


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