Blog 6 Ibai Murillo

 Mi novia y yo nos hemos casado hace poco y nos hemos comprado nuestro primer piso.  En nuestro rellano solo hay dos puertas, la nuestra y la de una señora mayor. Mientras estábamos haciendo la mudanza la vimos por primera era vez. Es una señora mayor, bastante maja y agradable. Desde el primer ska me cayó muy bien. Siempre habla con una sonrisa y con felicidad. 

Hemos empezado a coincidir más en el rellano y nos quedamos siempre hablando cinco minutos. Me cuenta su día y me escucha cuando le cuento el mío. Siempre está dispuesta a ayudar y al ser una persona mayor tiene experiencias e historias que contar. Me entiende bastante bien, algo que no me esperaba encontrar en un vecino.

Un día le vi sujetando una bolsa grande de cuero. Tenía pinta de que pesaba y me ofrecí a ayudarla. Le acompañé hasta el ascensor y mientras íbamos a el, le dio un ataque al corazón y murió. Me quedé alucinando en la mala forma de la palabra, fue algo muy impactante.

Cuando miré la bolsa estaba llena de dinero. También un sobre con sus últimas voluntades. En el sobre decía que quería donar todo a un partido político que difunde ideas con las que no estoy de acuerdo por múltiples motivos. Son ideas que van en contra de mis valores, no defienden la igualdad, niegan el cambio climático, racistas y no quieren defender a los más débiles. El valor de una persona se mide defendiendo sus valores, si actúa en contra de sus valores pierde todo su valor como persona.

Decidí que no iba a donar el dinero, pero tampoco me lo iba a quedar. Ese dinero no es mío y no lo necesito. He decidido que lo voy a donar a organizaciones que luchen por la igualdad, la salud o la educación. A que ella eligiera un destino distinto para su dinero, me ha tocado desviarlo y usarlo para bien.

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