Blog 6 Alicia Lacabex
Si yo me encontrara en esa situación, le daría el dinero a la policía y no diría nada sobre la carta ni sobre las intenciones de la señora. Aunque me doliera pensar que ella quería destinar ese dinero a algo con lo que no estoy de acuerdo, no sería correcto quedármelo. No puedo decidir el destino de un dinero que no me pertenece. Además, guardar el dinero sería un delito, y la conciencia no me dejaría tranquilo. Lo más justo es entregarlo a las autoridades para que hagan su trabajo.
La señora murió de forma repentina, y aunque la conocía y le tenía cariño, eso no me da derecho a tomar decisiones por ella. Yo no soy juez ni heredero. Si hablo de la carta, podría generar un conflicto innecesario o incluso una investigación que me involucre. Prefiero mantener la discreción y actuar con responsabilidad.
Entregar el dinero demuestra respeto por la ley y por la memoria de la vecina, incluso si no comparto sus ideas. No soy nadie para censurar sus creencias, pero tampoco para ejecutarlas. Lo correcto es que todo siga su cauce legal.
Quizás el dinero termine en otro lugar, o el Estado decida qué hacer con él, pero mi conciencia quedará limpia. La honradez, al final, vale más que cualquier fortuna encontrada por casualidad. Y aunque sea una decisión difícil, dormir en paz no tiene precio.
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