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El Monopoly siempre ha sido mi juego de mesa favorito desde pequeño. Lo he jugado con mi familia, amigos y hasta con gente que ni conocía. Pero seamos sinceros, el Monopoly puede ser el juego más divertido del mundo y a la vez el más frustrante, dependiendo de si eres tú quien tiene los hoteles o el que se pasa media partida en la cárcel. Yo he jugado tantas veces que ya tengo mis propias estrategias para no acabar pidiendo préstamos al Banco o a mi primo, que es peor. Así que aquí va mi guía personal sobre cómo jugar y como conseguir ganar al Monopoly.

Lo primero que tienes que entender es que el Monopoly no se trata solo de suerte, sino de estrategia. Sí, tirar los dados importa, pero lo que realmente te hace ganar es saber en qué gastar tu dinero. Mucha gente se guarda los billetes por miedo a quedarse sin nada, pero ese es el primer error. El dinero en el Monopoly está para gastarlo, no para guardarlo. Si caes en una calle libre, cómprala. Aunque parezca una chorrada, al principio tener muchas propiedades es clave, ya tendrás tiempo de vender o hipotecar después.

Y hablando de calles, hay algunas que son auténticas joyas. Las naranjas y las rojas son las mejores porque todo el mundo cae en ellas después de salir de la cárcel. Si logras tener esas calles compradas, ya puedes ir preparando tus casitas, porque vas a empezar a forrarte. Eso sí, no te obsesiones con tener hoteles enseguida, ya que a veces con tres casas ya asustas lo suficiente a los demás.

Otra cosa importante es saber negociar. El Monopoly es casi un juego de política y si sabes convencer, ya tienes media partida ganada. Intenta hacer tratos que te beneficien, pero sin que parezcan demasiado obvios. A veces conviene soltar un poco para que el otro crea que ha ganado, y luego usar eso a tu favor. Pero cuidado, no intercambies con el de al lado por impulso o acabarás ayudando al rival sin darte cuenta.

Cuando la partida avanza y el tablero está lleno de construcciones, la cárcel se convierte en tu mejor amiga. Al principio quieres salir rápido, pero después, cuando todo cuesta una fortuna, estar en la cárcel es como estar de vacaciones. Ahí no gastas nada y sigues cobrando alquiler. Aprende a aprovechar eso.

Y si llega el momento en que estás corto de dinero, no entres en pánico. Lo importante es hipotecar con cabeza. Empieza por las calles menos rentables o las estaciones, pero nunca sacrifiques una calle que te da ingresos. A veces un pequeño sacrificio te permite sobrevivir unas rondas más hasta que los demás empiecen a caer en tus propiedades.

Pero sobre todo, lo más importante es disfrutar, en serio. A veces las partidas se vuelven eternas, todos discuten por cinco billetes o porque alguien interpretó mal una carta de suerte, y es normal. El Monopoly saca lo competitivo de cada uno, pero también las risas y los piques sanos. Ganar está bien, pero lo mejor es esa sensación de estar horas jugando con tus amigos o tu familia, planeando tu imperio inmobiliario aunque sea de cartón.

Así que ya lo sabes: gasta, construye, negocia y, si hace falta, sobrevive con estilo. Porque al final, tanto en el Monopoly como en la vida, lo importante no es solo tener dinero, sino saber usarlo bien.


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